Si el profesor dice algo… los alumnos ya lo
encontraron en su dispositivo antes que termine de decirlo.
Los tiempos han cambiado. Los alumnos ahora
forman parte de la Generación Z. Son aquellos que nacieron después de 1994.
Están en los colegios y en la educación superior. Tienen a su disposición toda
la información que necesitan en Internet y se comunican todos los días en sus
dispositivos móviles a través de las redes sociales. El auge de la tecnología
ha cambiado la forma de enseñar. Ya no logra sus objetivos académicos el
profesor que solo habla transmitiendo información desde su “olimpo expositivo”,
en la sala de clases, en un proceso solamente direccional. El profesor ahora es
un guía motivador para que el alumno realice su trabajo y quién debe considerar
las diferencias individuales de cada alumno en su proceso de enseñanza.
Los estudiantes están interesados en discutir
los contenidos, antes que llegar a clases a tomar nota lo que “predica” un
profesor sobre algo que puede encontrar facilmente en internet en muy poco
tiempo. A los alumnos escuchar y copiar les parece poco útil cuando existen
todas las redes a su disposición. En la sala de clases, el profesor debe
utilizar todos los recursos que le entrega la tecnología a través de un proceso
participativo y como gestionador de acciones de aprendizaje.
Los alumnos son los protagonistas de su
aprendizaje. Aprender. Hacer. Volver a aprender con lo hecho. En un mundo donde
la comunicación es bidireccional no aceptan que educarse sea una conferencia
permanente de parte del profesor. Acostumbrados a obtener respuestas de manera
rápida los actuales estudiantes son más ansiosos y dispersos. Es menos
focalizado porque está lleno de motivaciones paralelas. Generalmente no está
escuchando cuando el profesor habla y habla. Entre más sobrecomunicación tienen
más dispersos se vuelve. Son propensos a las incoherencias y a las
contradicciones y viven en la desvalorización y la desconfianza. Incisivos y
desafiantes.
Donde todo su mundo es inmediato, los
estudiantes reciben muchos contenidos pero no son capaces de focalizar, reflexionar,
profundizar y ser inquisidores o curiosos. Como la tecnología les ha facilitado
la vida creen que todo es fácil. Les cuesta ser esforzados y son muy sensibles
al fracaso. Tienen baja tolerancia a la frustración. Por otra parte, son
proactivos y apasionados si la causa les parece correcta y si son motivados
eficientemente por parte del profesor a trabajar en proyectos concretos se
obtienen mejores respuestas.
Los académicos necesitan ser flexibles para
observar, ser dinámicos en sus clases y adaptarse rápidamente a la realidad de
sus alumnos. Ser creativos y generar
creatividad emprendedora en los estudiantes. Y lo más importante: ser exigente
con ellos porque el mundo donde saldrán a trabajar es exigente y competitivo. La
misión educativa es enseñarles a desarrollar habilidades personales y
profesionales para poder enfrentar la realidad laboral que encontrarán.
Quizás, aplicar el antiguo y conocido esquema
usado en la publicidad AIDA (S): crear la atención del alumno por parte del
profesor, gestionar el interés de participar, fomentar el deseo de hacer un
trabajo solicitado, generar la acción inmediata y finalmente lograr la satisfacción
de ambos al obtener resultados positivos, es la clave actual para enseñar bien
a los alumnos en los tiempos actuales.
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