Aunque las redes sociales se encuentra muy
expandidas y en constante crecimiento, las instituciones educacionales están
bastante atrasadas en el uso que le dan a estas herramientas, tanto a nivel
corporativo como en la gestión del negocio educativo.
Los directivos y académicos tienen
familiaridad con el uso de las redes sociales y las instituciones tienen
presencia pero no cuentan con directrices formales o políticas sobre el uso de ellas.
Del mismo modo la supervisión regular y sistemática sobre este uso tampoco está
extendido y existe poco control. Lo que más se realiza son restricciones para
navegación en determinados sitios web, para descargas de programas en los computadores de la
institución académica o el acceso a las redes sociales en horarios de trabajo.
Lo que no se ha hecho es una labor educativa que oriente el actuar de
trabajadores y profesionales.
Las instituciones que utilizan las redes
sociales las usan para apoyar y promover
actividades educativas, de difusión o de posicionamiento de marca, pero donde
menos se utilizan es en el área de
atención y servicio al alumno o sus padres o en gestión de reclamos, existiendo
mucho desconocimiento en torno a su utilización en esta área. Para la gestión
de reclamos, que en la educación es muy alta sobre todo en aspectos
administrativos, casi no se usa. Seguramente a las organizaciones de educación
les cuesta mucho abrir espacios de real conversación en torno a los reclamos.
Quizás sea el temor de perder el control y por eso se elige no hacer nada. La
incontrolabilidad de comunicar algo a través de las redes causa resistencia a
usarlas de manera eficiente.
Las instituciones siguen percibiendo a las
redes sociales como un medio de comunicación direccional hacia el público y no
como una herramienta bidireccional que puede aumentar la productividad a través
de las conversaciones con sus usuarios. Pocas organizaciones han adoptado las
redes para uso interno y eficientar los procesos de gestión académica y administrativa.
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