Los nacidos después de 1993
entran a las aulas. Le cambiarán definitivamente el rostro a la educación y a
la forma en que se trabaja.
Desde el siglo XIX,
fue la tecnología lo que diferenció una generación de otra. Los avances fueron
marcando las edades. La Generación X, predecesores de la Y y la Z, eran trabajólicos,
escépticos y dispuestos a sacrificar el tiempo en familia. Muy distintos a la posterior
Generación Y, nacidos entre 1980 y 1993, el l97% decía que era muy optimista
frente a su futuro y la principal crítica hacia sus padres era lo poco
arriesgados que habían sido y aterrizaron en los lugares de trabajo exigiendo
calidad de vida y ascenso rápido.
A los integrantes de
la Generación Z, esos que nacieron entre 1994 y 2009, la incertidumbre y la
cautela los definen. Ellos nacieron con internet en la casa y no conciben la
vida sin estar conectados. Hijos únicos en su mayoría, es la generación que
alcanzará mayores niveles de educación y también la que tendrá menos personas
en el mismo rango etario. Fueron niños sobreprotegidos, que crecieron en la
abundancia, con muchas actividades programadas por sus propios padres, pero con
pocos juegos en la calle. La casa siempre fue más segura para ellos. De pocos
amigos y muchos conocidos, las habilidades sociales y la empatía no son sus
características. Quizás por la misma globalización, es la generación más
homogénea a nivel mundial, pero más cualquier otro grupo valora la diversidad:
conocer gente con diferentes culturas, apreciar a hombres y mujeres por igual y
aceptar todo tipo de familias.
Este año 2013, la
Generación Z llega a la universidad y le cambiarán el rostro a la educación y
luego al trabajo. Son los verdaderos nativos digitales, los auténticos
ciudadanos del siglo XXI. Los que conocieron internet a la misma edad que
aprendieron a leer. Los que nunca usaron una cabina telefónica. Los miembros de
la familia que programan el celular de los mayores. Una generación donde, según
un estudio de Chile 3D 2012 de Collect Gfk en su medición de jóvenes de 15 a 17
años, se chatea más que ver tele (79% versus 74% en las actividades más
realizadas). ¿Tiempo en el celular? 30% pasa más de 10 horas a la semana, casi
el triple que la Generación X.
Son impacientes. El
haber integrado la tecnología a su estilo de vida los acostumbró a las
respuestas y gratificaciones instantáneas. Esta generación tiene el “trastorno
de déficit atencional adquirido”. Es decir, sin que les hayan diagnosticado el
trastorno, el solo hecho de ser multitasking hace que pierdan fácilmente la
concentración. Con esta generación habilidades sociales mínimas de cortesía van
a desaparecer. Porque son menos empáticos que sus mayores. ¿La razón? El abuso
de las redes sociales y la pérdida de autoridad de los padres. Lo poco que verbalizan es sin filtro.
Cambiarán la forma de hacer educación
Pero el ser nativos
ciento por ciento digitales, tarde o temprano, obligará a las universidades a
cambiar el estilo tradicional de enseñanza. Los planteles necesitarán
adaptarse. Estos chicos tienen más probabilidades de aprender mejor en línea.
Se aburrirán si la tecnología está alejada del proceso de aprendizaje, porque
es parte de ellos. En Chile esta realidad ya se ve en los colegios. Los
estudiantes de enseñanza media creen que la forma de enseñar no tiene mucho
sentido. Esto no tiene marcha atrás. Son las universidades las que tendrán que
adaptarse a los jóvenes. No más profesor que sea el dios, el dictado y la
pizarra.
Y si la forma de enseñar
de las universidades cambiará, la manera en que esta nueva generación concibe
el tener un cartón será diametralmente opuesta. Los “sin un título no eres
nadie” o “anda de fiestas, pásalo bien pero saca la carrera” dejarán de existir
por una mirada mucho más utilitaria: para los Z el título ya no es el símbolo
de estatus que significó para los X y los Y, sino una simple acreditación para
ejercer la profesión. Entendiendo las generaciones globales, se plantea que las
opciones de cursos por internet o de conseguir diplomas en otros países han
abierto el abanico educacional. La educación importa mucho más que antes, y compiten
de manera global, pero no tienen un compromiso tan fuerte hacia ella.
Una Generación cauta
Si la cautela es lo que más diferencia a la Y
de la Z, también es lo que más los acerca a la X, la generación de sus padres.
Ellos les inculcaron una de las características propias de los jóvenes de los
80: nada es permanente ni absoluto. Todo se puede conseguir, pero esforzándose
al máximo. Por eso, a pesar de ser la generación que ha crecido con mejor
situación económica, al menos en Chile, son mucho más moderados a la hora de
apostar por el éxito.
Algo que para los
especialistas era previsible. Además de los sermones y consejos paternos, estos
jóvenes crecieron en un mundo que era percibido como peligroso. Si sus padres y
hermanos mayores temían al “viejo del saco”, ellos absorbieron los nuevos
miedos de los adultos: la caída de las Torres Gemelas, las enfermedades
globales y los secuestros. Les enseñaron que el riesgo estaba a la vuelta de la
esquina y nada era seguro. Conocer este contexto los ha vuelto más inseguros
sobre su futuro. Mucho más que la Generación Y. Por eso son más dudosos de lo
que pasará con ellos a largo plazo.
Los padres
prefirieron que cambiaran los juegos en la calle por las consolas, las que se
transformaron en la solución más sencilla para que los niños estuvieran adentro
de la casa, siempre. Un estudio de Unicef hecho en 2007 en 12 países, mostró
que los niños chilenos eran los que menos jugaban al aire libre (23%). Su
entretención era la televisión. Esa sobreprotección no fue sólo por el peligro.
Hay un motivo demográfico detrás: la tasa de natalidad y el número de hijos por
hogar bajó considerablemente. En Chile pasó de 4,05 hijos por mujer en 1970, a
2,42 en 1994. Ahí surgió una combinación compleja, sus padres, pertenecientes a
la Generación X, fueron los más trabajólicos y los primeros en divorciarse; por
tanto, los más culposos frente a estos hijos únicos.
La irrupción de esos
padres llegó en su máximo nivel: sobreprotectores y consentidores. Muy
consentidores. La mitad de los niños de 4 y 5 años en 2007 era dueño de un
televisor. En Chile, estos padres reconocen que gastan USD 1.500 al año en
consentir a un solo hijo (Encuesta U. de Talca 2011). Y también exigentes.
Sobre todo en materia de estudio. Según una encuesta de McCrindle, el 70% de
los padres saben que sus hijos se sienten presionados para alcanzar el éxito
académico. El problema es que los Z tienen muchas expectativas y muchas
oportunidades. Quieren ser ricos, famosos, inteligentes, exitosos. Una familia
normal, una vida tipo, puede no satisfacer sus expectativas. Sentirán que han
fallado.
Por lo mismo, los
adultos de esta generación serán más cautos en sus decisiones de vida. Menos
propensos a tomar riesgos. Son muy cercanos a sus padres, a diferencia de otras
generaciones. Consultan sus decisiones, porque tienen gustos en común. Eso
influye en su decisión de no independizarse o arriesgarse. Sólo toman los
riesgos que saben que pueden superar. Pero la idea no es esa, sino tomar los
riesgos y sus resultados, aunque sean negativos, como parte de la vida.
Los trabajadores del 2020
La generación Z llegará a las oficinas, a las empresas y al mundo productivo de la generación más educada
en lo académico. Cuando estos universitarios se gradúen, la mayoría de los Baby
Boomers, aquellos nacidos desde 1946 a 1964 se habrán jubilado. Será el mayor
cambio generacional en el lugar de trabajo con la llegada de los Z. Nuevos
trabajadores con características propias. Debido a la relación que mantuvieron
con sus padres, estos jóvenes buscarán la aprobación de sus jefes, tal como
generaciones más antiguas: En el lugar de trabajo querrán estar seguros de que
lo que hacen es un éxito y que su jefe esté satisfecho y lo apruebe. Esta
generación está fuertemente ligada al éxito y necesita aprobación todo el
tiempo.
Al comienzo, tendrán
formas de trabajar que serán incomprendidas, sobre todo por los X. Por ser
multitasking estarán más enfocados a hacer muchas tareas y a olvidarse de la
precisión. Como están más acostumbrados a la comunicación online que cara a
cara, serán mejores para trabajar en grupos, de forma colaborativa, en un
ambiente más técnico, con frases cortas y gráficos, que escribiendo largos
párrafos donde se requiera reflexión. Pero también tendrán la habilidad de
adaptarse a los cambios y con un perfil menos competitivo. Porque prefieren
unir ideas que separarlas.
Presentarán
equilibrios en comparación con generaciones anteriores: tendrán la
responsabilidad de los X y la devoción por el tiempo libre de los Y. El dilema
de vida y trabajo que preocupa a esas generaciones irá decreciendo, principalmente
porque evitarán trabajar en horarios y lugares fijos. Y si bien serán menos
trabajólicos que sus padres les
importará de igual forma que a ellos el dinero para sentirse seguros y estables.
Y eso los motivará. Estos jóvenes se cambiarán más de trabajo que la Y. En
promedio tendrán 17 puestos laborales, en donde primará la movilidad, desde el
extranjero hasta trabajo en la casa y la reinvención.
Para esta generación
desaparecerá la brecha de género. Esto pasará fundamentalmente porque su
principal valor es la diversidad. A esto se sumará una mayor apertura hacia las
diferencias, como las sociales, raciales o religiosas. ¿El motivo? La inclusión
de la tecnología a su estilo de vida los ha hecho más tolerantes. Por eso la
discriminación será menor entre ellos. Y como consecuencia, el concepto de
familia también cambiará. Ningún tipo de familia será menos válida que otra.
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