¿Quién es? ¿Qué quiere?
Los adolescentes son el eje de las estrategias de marketing educacional. Es quién se matricula si le gusta una institución o se retira si no se cumplen sus expectativas. Hacia ellos debe dirigirse la comunicación estratégica. Conocer sus deseos, aspiraciones o intereses es clave en toda acción de marketing.
La relación de un joven postulante y una institución educación comienza cuando éste se da cuenta que está llegando el momento que tiene que tomar una decisión de elegir una carrera y un plantel académico. Desde ese momento sus percepciones están atentas a lo que comunican las organizaciones académicas, y todo lo que ellas hacen, desde ese momento, está siendo atentamente captado por el joven: sus actividades, las noticias institucionales, la publicidad, lo que comentan los amigos, las actividades que realizan los mismos alumnos, lo que dice la prensa, lo bueno y lo malo. Todo está generando comunicación y contacto entre el potencial postulante y la institución.
Los jóvenes perciben y describen las instituciones en términos de su propia experiencia y la clave está en la significación que le da a los hechos que ve o escucha; posteriormente lleva a lenguaje esa interpretación y más tarde la transforma en acción ¿Y cuál es esa acción? Una matrícula. Nada de lo que comunica una institución educacional es neutro para el potencial postulante. Todo se comunica por eso importante no cometer errores semánticos en los mensajes, errores de interpretación, falta de retroalimentación o “ruido” en los canales.
Las percepciones del joven postulante no están referidas a lo que se dice, sino de la forma en que interpreta los hechos comunicacionales de la institución. Cada momento, cada estado personal cambia la forma en que percibe, sobretodo en esta edad tan cambiante que vive, las que se ven muy influenciadas por sus valores, necesidades, creencias, sentimientos, etc. dándole el significado que siente, en ese momento, a la comunicación recibida. Para él su realidad es la realidad. Una errada percepción puede llevarle a una frustración de sus necesidades o intereses académicos.
Cuando llega el momento de tomar la decisión de matricularse en una institución educacional para seguir una carrera, aparecen los miedos en el joven, las inseguridades propias de la edad adolescente y los cuestionamientos personales. ¿Será una buena decisión? ¿Qué consecuencias tendrá para mi futuro laboral? ¿Qué riesgos estoy corriendo si elijo esta institución? ¿Qué me ofrece? ¿Quiénes estudiarán aquí? Y un sin fin de preguntas que pueden parecer intrascendentes para los adultos, pero son de vital importancia para un adolescente que necesita afianzar su personalidad. Una vez que el joven ha conocido los beneficios académicos y la propuesta de valor de la organización académica no necesariamente significará que se matriculará de manera inmediata. Interrogantes como las planteadas postergarán su decisión final.
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